Y tú… ¿Cómo etiquetas la información?


Ramón y Cajal comparaba las neuronas con mariposas, cuyo revolotear abre y cierra todos los misterios de la vida.

Pero estas mariposas no se mueven al azar por nuestro cerebro, siguen caminos y patrones. Lo mismo que hacen los unos y los ceros de cualquier código informático. Y, para muchos, hasta ahí llegan las semejanzas, porque el cerebro humano no es solo procesamiento y etiquetado de información. Es, sobre todo, creación de nuevos contenidos.

Ahora bien. Cuando de memorizar se trata, estas “etiquetas” funcionan. Nos llevan de un contenido a otro. Sin embargo, no funcionan igual en todo el mundo. Todos contamos con todos los tipos de memoria, pero desarrollamos más y mejor un tipo que otro. Por eso, la pregunta que puedes hacerte es ¿Cómo etiqueto yo la información? Y ¿Cómo puede esto ayudarme en el estudio?

Los tipos de memoria y cómo conocerlos te puede ayudar.

No existe un consenso total sobre los tipos de memoria, por lo que el listado varía según la fuente. Pero podemos encontrarlas, a menudo, clasificadas de esta forma…

  • Memoria implícita y explícita. Aquella que actúa de forma inconsciente. La que se despierta de forma automática ante un estímulo. Por ejemplo, un olor que nos recuerda a nuestra casa de la infancia o a un ser querido. La explicita, en cambio, es la que usamos al estudiar. Cuando queremos recordar una determinada idea o imagen de forma consciente.
  • Memoria retrospectiva y prospectiva. Ambas son muy útiles para el estudio. La primera nos permite recordar el camino de vuelta, por ejemplo, en una excursión, pero también hacer un repaso al contenido de un tema de la oposición. La segunda nos recuerda lo que no podemos olvidar en el futuro. La lista de la compra o la lista de supuestos a revisar en un caso práctico.
  • Memoria sensorial, a corto y a largo plazo. La sensorial es la más corta, reacciona a estímulos inmediatos, pero se desvanece rápido. Solo permanece cuando el estímulo causa un impacto muy fuerte. Y la memoria a corto y largo plazo es ampliamente conocida. Lo más importante que tenemos que saber es que una se relaciona con la otra. Que lo que estudiamos un día está en la memoria a corto plazo, pero que una vez repasado varias veces el tema pasa al largo plazo. Ambas se comunican. Y podemos enviar información de un “almacén” al otro.
  • Memoria semántica, episódica, instrumental, fotográfica o topográfica. – Todas están relacionadas con el contenido a memorizar. La semántica funciona, sobre todo con el lenguaje, la episódica con los acontecimientos vividos, la instrumental con las acciones, la fotográfica con las imágenes que percibimos y la topográfica con nuestra orientación.

Pero lo mejor de estas memorias es que podemos usarlas según nuestra conveniencia. Podemos utilizar la fotográfica para recordar las diferentes partes de un tema, si somos más visuales. Si lo nuestro es la semántica, recordaremos mejor el tema relacionando ideas y conceptos, como si de una historia se tratara. Si tenemos un gran sentido de la orientación es posible que memoricemos un concepto según su colocación dentro del temario. E, incluso, podemos usar la memoria episódica para recordar el contenido al tiempo que recordamos el momento en que lo estudiamos.

Por tanto, la manera en que el cerebro etiqueta la información es muy diferente a como lo hace un ordenador. De hecho, todas estas memorias se mezclan y funcionan en conjunto.

Pero esta no es lo único que distingue a una máquina de nuestro órgano más excelso.

Diferencias entre un ordenador y tu cerebro.

En primer lugar, no es ajustado comparar la memoria a corto plazo con la memoria RAM de un ordenador. La mayor diferencia radica en que la memoria a corto plazo que tenemos los seres humanos es variable, mientras que la memoria RAM es fija.

Además, en un ordenador puedes distinguir entre hardware y software. Ya sabes, entre lo físico y lo digital. Podrías hacer lo mismo entre mente y cerebro, pero no es tan fácil, pues ambos están conectados. Y si cambias a uno, cambias al otro. Algo que no sucede con el hardware y el software.

Esto nos lleva también a la idea de que en el cerebro todo está conectado. No puedes sacar una pieza y trabajar con ella por separado, como sí puedes hacer con los ordenadores.

Y, por último, y no menos importante, la interacción del cerebro con su entorno es integral y la del ordenador apenas es.

Es decir, aunque la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, todavía las mariposas de nuestro cerebro, guardan un precioso secreto sin descifrar en su constante aleteo.

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