Perder el tiempo es productivo


Mirar a las musarañas, o ver pasar las nubes durante horas, no es tan malo. De hecho, puede llegar a ser muy útil.  Aunque, siempre en su justa medida. ¿Y cuál es esa medida? ¿Cómo podemos calcularla? He ahí el “quid” de la cuestión…

Primero, debemos deshacernos de mitos y leyendas que forman parte del imaginario colectivo, y que solo dan cuenta de una cultura que prioriza la productividad por encima de todo, pero que profundiza poco en cómo conseguirla.

El tiempo no es oro.

Efectivamente, un tiempo bien invertido se traduce en productividad, como te comentábamos en este artículo sobre gestión del tiempo. Pero no todo el tiempo que dedicamos al trabajo o el estudio es útil. De hecho, en ingeniería de software han llegado a la conclusión de que el 80% del tiempo sólo produce un 20% de código, mientras que es en el 20% del tiempo restante, en el que se produce el 80% del trabajo efectivo. Le llaman la regla del 80-20 y aplica en muchos otros campos.

Conclusión: ¡Fuera culpas! Nadie es productivo durante el 100% del tiempo que dedica a una actividad. Mientras que para ser verdaderamente eficaces necesitamos recargar las pilas en condiciones, sin remordimientos, y desconectando al máximo, como te aconsejábamos en este otro artículo sobre la importancia del descanso.

Pero ahora vamos a centrarnos en estas 4 verdades sobre “perder el tiempo”, que demuestran que precisamente casi nunca el tiempo es perdido…

DESCONECTAR PARA RE-CONECTAR.- Agobiados por el reloj y una agenda a rebosar de actividades, es fácil que caigamos en la trampa del vivir “conectados” constantemente. Incluso, cuando pensamos que estamos descansando. Pero no somos ordenadores, y no podemos calcular al milímetro cuánto tiempo necesitamos para “recargarnos de energía”. Así que, tómatelo con calma, y no lo dudes. Si necesitas refrescarte este verano, date los chapuzones que sean necesarios.

SIN PRISAS SE LLEGA MÁS LEJOS.- A muchos nos leyeron aquel cuento de la liebre y la tortuga, o nos dijeron mil veces eso de “vísteme despacio que tengo prisa”, pero seguramente lo recordamos con menos frecuencia de la que deberíamos.

Porque no hay duda, la constancia es mucho más efectiva que el “sprint” y más aún en una oposición. Por eso, si un día no cumpliste con lo que habías programado, no te preocupes, seguro que habrá otros en los que trabajes el doble. Lo importante es no desfallecer, porque sabemos que “poco a poco” se llega a la meta, y que para lograrlo “las paradas” son tan importantes como las caminatas.

LA CULPA, UNA PÉSIMA CONSEJERA. – Es uno de los sentimientos más comunes, y uno de nuestros mayores enemigos. La culpa es una especie de saboteador interno.

Cuando la culpa se apodera de nosotros, ni descansamos ni trabajamos en condiciones. Además, es una pésima consejera, porque nos exige sin consideración alguna.

Recuerda, la disciplina es muy útil, pero la flexibilidad (y más con nosotros mismos) es básica.

JUGAR NO ES SÓLO COSA DE NIÑOS. – Asociamos el juego con la niñez o con una vida carente de responsabilidades, pero el juego es fundamental no sólo en la infancia, también en la vida adulta. El juego mantiene en forma nuestra creatividad, es un entrenamiento sin el cual nuestro cerebro se volvería cada vez más rígido.

Por eso, no importa cuál sea la actividad, si te diviertes practicándola, te estás ayudando a ser más productivo sin saberlo.

En definitiva, ¡Refréscate!, destierra los mitos falsos y sé consciente de que aprender a perder el tiempo es importante, y a veces tanto como saber aprovecharlo 🙂

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