La ciencia de la paciencia


No aguantamos de media más de 4 segundos antes de decidir si seguiremos (o no) leyendo este artículo. Eso dicen las últimas estadísticas.

Por eso uno de los grandes retos de nuestro siglo es la paciencia, esa virtud que parece sacada del baúl de los recuerdos, pero que tenemos que rescatar y defender más que nunca, sobre todo si estamos opositando. De hecho, si éste es tu caso, ya sabrás que debes guardar grandes reservas de esta cualidad, pues el proceso hasta alcanzar la tan ansiada plaza es largo y complejo, y sin paciencia será muy difícil resistir.

Pero, ¿Qué hacer si en el “reparto de cartas” de la vida no nos tocó la paciencia? ¿Cómo desarrollarla si naturalmente no contamos con ella o si la hemos perdido por el camino, debido al bombardeo constante de estímulos al que estamos sometidos?

La ciencia ha respondido a esta pregunta y puede aportarnos algunas claves para cuidar de la que es, sin duda, una de las virtudes más útiles de la vida. Rescatamos tres que puedes empezar a poner en marcha desde ya, sin prisa, pero sin pausa…

Respirar lentamente. Por supuesto, todos sabemos respirar, si no ni siquiera estaríamos leyendo estas palabras, pero no es lo mismo hacerlo inconsciente o conscientemente.

Si no controlamos nuestra respiración, difícilmente nos sentiremos dueños de buena parte de nuestra vida. Por eso todos los estudios aseguran que respirar pausadamente, controlando cómo lo hacemos, está directamente relacionado con nuestro bienestar.

Con ello desarrollamos el autoconocimiento y ejercitamos el músculo básico de la paciencia.

Una técnica que viene desarrollándose desde hace milenios a través del yoga o la meditación, y más recientemente, del mindfulness. Aquí te dejamos unos ejercicios de respiración consciente, conducidos por Paloma Aranda, psicóloga y técnico de formación de la CAM.

Reducir la marcha. Normalmente vamos en cuarta o quinta, al ritmo que imponen nuestras ciudades, pensando que llega más rápido el que más corre, aunque la realidad se empeña en desmentir este mito una y otra vez.

Todos sabemos que una maratón no se gana a base de “sprints”, que es mejor “vestirse despacio cuando tienes prisa” y que en la leyenda de la liebre y la tortuga, quien se alzó con el premio fue la tortuga. Pero parece que no aprendemos, e insistimos una y otra vez en mantener estilos de vida demasiado acelerados.

Por eso te animamos a bajar el ritmo, y a llevar un estilo de vida mucho más pausado. Empieza por proponerte menos, y por cumplir, así, poquito a poco, todo lo que te propongas.

Disfruta el camino. –   

Los únicos momentos en los que nos olvidamos por completo del reloj se producen cuando estamos durmiendo o cuando disfrutamos.

Y es que ambos son básicos, pero disfrutar es clave para no desesperar. Si nos divertimos con lo que hacemos, nuestro objetivo no será sólo la meta sino el camino, aprender y realizarnos mientras luchamos por nuestros sueños.

Puede parecer una utopía, pero el esfuerzo ni es ni debe ser sinónimo de sufrimiento. Además, cuando te diviertes, aprendes más

 

Conclusión, el mundo está lleno de verdaderos héroes de la paciencia, y cualquiera de nosotros podemos pasar de aprendices a maestros. Sólo tenemos que aprender a desarrollarla, hasta que ella nos devuelva el favor. Empieza ahora, espera… y ¡verás!

 

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