Estudia sin lastres 1


En la mochila de cualquier estudiante, sin importar la edad, siempre se cuelan pesos innecesarios. Por eso es imprescindible aprender a detectarlos y, sobre todo, soltarlos para siempre.

Porque solo así alcanzaremos la velocidad de crucero necesaria para llegar a nuestra meta. Más aún si se trata de una oposición y el viaje es largo.

Y para ayudarte, vamos a describir seis de los más comunes, que arrastramos muchas veces sin darnos cuenta, pero que nos impiden avanzar tanto como quisiéramos.

La culpabilidad. Es un sentimiento tan común como poco enriquecedor. Y es que, no sirve de mucho. No es útil. Menos aún si eres estudiante a largo plazo.

Es posible que te sientas a menudo culpable. Sea por excesiva autoexigencia o por un exceso de exigencias del exterior. A veces, incluso, de tu círculo más íntimo. Porque pudiste hacer más, porque no alcanzaste a cumplir con tu agenda, porque no entregaste a tiempo una tarea o porque suspendiste una evaluación.

Sin embargo, hay que ser muy consciente de que todas estas situaciones son tan comunes en la vida de un estudiante como los libros. Y que es necesario convivir con ellas con naturalidad. Si no llegas un día, prueba al siguiente. Si fallas un examen, aprende de tus errores. Pero no te culpes, porque no hay nadie, absolutamente nadie, que lo haga todo bien a la primera.

Las expectativas. En general son complicadas y no conviene tenerlas ni demasiado altas ni demasiado bajas. Las primeras pueden provocar desazón y las últimas estancamiento, así que es bueno guardar una sana relación con ellas.

Por supuesto son tu motivo, tu motor, lo que te pone en marcha cada mañana. Pero, por otro lado, cuando no se cumplen provocan frustración inevitablemente.

Por eso, si sientes que la frustración le está ganando la batalla a la motivación, rebaja un poco tus expectativas. No es necesario eliminarlas, tan solo aplazarlas en el tiempo o adaptarlas un poco más a la realidad.

Los errores del pasado. Todos los tenemos y hemos que aprender a gestionarlos. El problema viene cuando no podemos superarlos y empezamos a pensar que volverán a repetirse.

En este sentido, es necesario un poco de autoindulgencia, pero también de tiempo. Tiempo para entender por qué fallaste, para asimilarlo y para identificar cuáles fueron los obstáculos que te hicieron caer. Así, cuando te encuentres de nuevo piedras similares en el camino, las verás con antelación y será más probable saltarlas a tiempo.

El pesimismo. Lo primero que debemos entender es que se trata de una actitud, más que de un rasgo de la personalidad. Y que, por tanto, podemos, controlarlo, si así lo deseamos.

Sobre todo, si efectivamente se nos ha convertido en un lastre. Y… ¿Cuándo sucede esto?

Pues está siendo un obstáculo desde el momento en que vemos el vaso medio vacío de forma habitual, aunque la mayoría nos dice que la cantidad de agua es suficiente. Porque entonces el problema está en nuestra mirada.

Por eso, si sientes que te envuelve la negatividad, cambia el foco. Si te fijas en los fallos, en las posibilidades de fracaso o en tus defectos sentirás que no puedes. Pero es tan simple (y tan difícil a veces…) como empezar a fijarte en tus fortalezas, en las posibilidades de que algo termine saliendo bien y en los aciertos con los que ya cuentas.  

La aprobación de los demás. “No somos monedita de oro, para gustarle a todo el mundo”. Es sabiduría popular y muy acertada. Y por eso se repite y se repite…

La necesidad de aprobación es un lastre para muchas personas. No es necesaria. Porque para avanzar en una dirección solo necesitas tu propia aprobación. La confianza de que tus pasos son correctos.

O como alguien dijo alguna vez: “No conozco la clave del éxito, pero la del fracaso es intentar contentar a todo el mundo”.

No siempre es fácil, pero una actitud asertiva y una buena dosis de confianza en ti mismo siempre ayudan.

Fallos ajenos. Que otros no hayan podido, no significa que tu no puedas. Y es bueno aprender a diferenciarlos, porque si no llenaremos nuestra mochila de pesos ajenos, que ni siquiera son nuestros.

Es muy normal que las personas que te rodean te trasmitan de alguna manera su frustración en determinados campos. El problema viene cuando empiezas a creer que su experiencia es ley y que lo que para ellos fue difícil para ti también lo será. Porque cada individuo es único, y hay tantas historias de éxito como de fracaso. Así que, puestos a buscar ejemplos, mejor fijarse en la cajita de los logros ajenos. Sirven de inspiración.

Por supuesto, es muy normal si sientes que todos estos lastres los arrastras o los ha arrastrado alguna vez. Todos los cargamos en algún momento en nuestra mochila. Simplemente, debes estar atento para saber cuándo se han hecho demasiado pesados.

Y en este caso ¿Cuál es la señal de alarma? Pues simplemente, que su peso sea tan grande que nos esté impidiendo tomar decisiones o avanzar en alguna medida.

En definitiva. No es necesario empezar la carrera con la mochila perfecta, tan solo irla adaptándola durante el recorrido. Y prestar atención si crees que cargas con alguno de estos lastres innecesarios, o con otros igualmente inútiles. Para, en el momento adecuado, no pensarlo más y simplemente… ¡Empezar a soltar!


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