Vivimos en una sociedad en la que parece que haya que estar a la búsqueda constante de la perfección: hay que tener cuerpos perfectos, relaciones perfectas… y todo ello nos conduce a una búsqueda constante de la excelencia que finalmente resulta más limitante que beneficiosa.
Dejar de ser perfeccionista no supone abandonarse y no querer hacer las cosas bien. Supone convivir con el error y el fracaso y aprender de los mismos. Sacar lo mejor de uno mismo y valorar los logros que se vayan consiguiendo por pequeños que sean.
En la lucha contra el perfeccionismo tenemos que encontrar:
- Capacidad de amarse a uno mismo y sentir siempre autoestima.
- Fuerza para perseguir los propios sueños.
- Capacidad para comprender que para ser feliz solo se necesita aprobarse a uno mismo.